Si hay algo de lo cual estoy seguro, es que la mayoría de las veces es más importante comunicar bien que dirigir, gobernar o gerenciar bien. Diariamente nos encontramos con importantes gestiones que pasan desapercibidas o son fuertemente cuestionadas por una mala comunicación, o por una falta de comunicación. Finalmente, lo que no se comunica no se conoce, y lo que no se conoce parece que no existiera.
O lo que es igualmente peligroso, con el auge de las redes sociales nos estamos enfrentando a aparentes situaciones originadas en la desinformación, partiendo de unas cadenas de información falsas que aterradoramente acaban con la honra de cualquiera en un abrir y cerrar de ojos, o que mitifican actuaciones inexistentes. Como bien lo dijo un ex-presidente colombiano: “Calumnien, calumnien, que de la calumnia algo queda”. Esto es absolutamente cierto, se destruye con una enorme facilidad; por un lado unos atacan como perros rabiosos y por el otro, otros defienden con más rabia aún, sin pensar, sin reflexionar, mientras el grueso de la población se convierte en un espectador que con su pasividad no hace otra cosa que dar patente para que esto siga ocurriendo, y de esta forma nuestra cruda realidad no sea otra que ver cómo todos los días se siembra más intolerancia y más odio, atizando la polarización que tanto daño está haciendo.
Y es que sistemáticamente ejecutan el formato que ha sido exitoso en todas las “películas”, en el cual ahí si con mucho rigor, se determina en cada comunicación la fórmula para hacer que la audiencia tome partido; es decir, el director de cada pieza teatral ejecuta el libreto disponiendo que alguien haga el papel de malo y a su vez alguien lo haga de bueno, con el tono perfectamente medido, en el horario indicado y en la red social adecuada, de tal manera que se garantice despertar la airada reacción, con el único propósito de manipular las audiencias.
De esta forma, nos van construyendo una realidad que no es, una realidad donde no cabe la reflexión y la buena comunicación, una realidad ficticia marcada por la desinformación, las tendencias, la destrucción y el rencor, donde solo aquellos que reciben buenos réditos del caos, el desorden y la anarquía son los beneficiados.
Los desafíos que tenemos en materia de comunicación son enormes, debemos asumirlos con prontitud debido a las consecuencias nefastas que estas malas prácticas están trayendo para el país, donde pareciere que fuera una tarea que se nos está saliendo de las manos por dos razones fundamentales. En primer lugar, por el hecho de quedarnos callados, ya sea por el desconocimiento o por el temor no solo de hacerlo mal, sino por el pánico que nos genera el escarnio público que se puede dar por la exposición mediática. En segundo lugar, por permitirles a quienes no lo saben hacer y a otros irresponsables, que lo hagan muy mal y en muchos casos con maldad y con maledicencia. Razones más que suficientes para que asumamos todos la responsabilidad de hacerlo y de hacerlo bien.
Hoy quiero hacer un llamado al rigor, a la sensatez y al buen juicio. A rescatar eso tan importante en la historia de la humanidad como lo es la comunicación, la buena comunicación, de tal forma que podamos generar espacios para informarnos bien, para dialogar, para generar buenas conversaciones enmarcadas en el respeto y en la tolerancia, que nos generen valor de verdad, que nos sirvan para aprender y por sobre todas las cosas, para informarnos sobre lo que realmente está pasando.
Para ello, claro está, requerimos de una muy buena dosis de valentía, acompañada del conocimiento suficiente para que todo salga mejor que bien.
Luis Guillermo Buitrago Castro
Consultor y Conferencista en liderazgo y Comunicaciones Estratégicas
www.luisguillermobuitrago.com