Hay muchas compañías que hacen inversiones cuantiosas en tecnología, en su imagen, en su infraestructura, en sus procesos, incluso en comunicaciones; sin tener en cuenta que lo realmente importante es La Gente. Es allí donde debemos hacer la mayor inversión, reclutando los mejores talentos, capacitándolos y haciendo todos los esfuerzos para que su bienestar, dentro y fuera de la compañía, esté garantizado. De esta manera, en muy buena medida, garantizamos que permanezcan con nosotros por buen tiempo.
Es mucho más fácil de lo que podemos llegar a pensar; en la mayoría de los casos es simplemente tomar una decisión estratégica donde el foco esté allí. Para ello debemos procurar que todos los actores estén alineados y comportándose de acuerdo con estos postulados, de tal manera que todas las acciones estén encaminadas a garantizar que el activo mayor sea La Gente. Si logramos que esto sea verdaderamente cierto, tendremos unos equipos de trabajo de primer nivel, altamente comprometidos gracias a su sentido de pertenencia, a que entregan experiencias memorables a nuestro cliente interno y externo, logrando de esta forma unos resultados superlativos.
Obviamente para que lo podamos lograr, es necesario actuar con congruencia. No podemos exigir que nuestros equipos se comporten como nosotros no lo hacemos. Quiere decir esto, que todo debe empezar por nosotros mismos; debemos ser diferentes, capacitarnos permanentemente, actuar de una forma distinta, con total honestidad, priorizando el contacto personal, construyendo y desarrollando sueños, y facilitando que nuestros colaboradores lo hagan, para que siempre existan motivaciones que sean el combustible que alimente nuestra vida y la del resto, todo enmarcado dentro de una profunda inteligencia emocional y por supuesto con total humildad.
Si esto se construye a partir de nuestro comportamiento, será mucho más fácil lograr que sea asimilado por todo el equipo de trabajo. Definitivamente la mejor herramienta para enseñar es el ejemplo. Logrando que este tipo de comportamientos, al ser asumidos por los integrantes del equipo, se conviertan en la forma de ser de la Compañía, y queden incrustados en su ADN.
Con un ingrediente adicional, cuesta mucho menos que las otras grandes inversiones en equipo e infraestructura y trae sustancialmente mejores resultados.
Si vamos un poco más al detalle en lo que acabamos de afirmar, empecemos siguiendo las recomendaciones del CEO de Netflix; debemos ser extremadamente rigurosos y demorarnos mucho más al momento de escoger a nuestros colaboradores, teniendo especial cuidado en que logremos reclutar a los mejores, y ser mucho más rápidos al momento de despedir a quienes se caracterizan por su ineficiencia y por su desgano. A esto le agregaría yo, que además tenemos que ser más flexibles con los salarios, porque finalmente el buen talento cuesta un poco más. Hay varias fórmulas que nos permiten remuneraciones muy atractivas para nuestros colaboradores. Combinaciones de salarios básicos con comisiones, bonos de éxitos, participación de utilidades, el salario emocional, e incluso la posibilidad de que sean accionistas de la empresa, generan excelentes resultados, gracias a la alta motivación que todo esto produce en la gente.
Si logramos estructurarnos de esta manera, tendremos un excelente punto de partida, que nos va a garantizar en adelante que la gestión con estos equipos de trabajo sea absolutamente efectiva.
A partir de aquí tenemos tres tareas con el equipo ya conformado; inicialmente una completa y verdadera inducción, en segundo lugar capacitaciones permanentes para asegurar mantenerlos actualizados, logrando que puedan entregar su máximo potencial y por supuesto poder garantizar a nuestros colaboradores unas condiciones que les den comodidad, tranquilidad y ante todo felicidad dentro y fuera de las organizaciones, de tal manera que su desarrollo laboral vaya de la mano con su desarrollo personal y familiar.
Empecemos por la inducción, algo absolutamente fundamental, y a lo cual las organizaciones le dan muy poca importancia y le dedican muy poco tiempo. Sabiendo que es a partir de aquí el instante en el que el colaborador se conecta con la organización, ya que es el primer momento de verdad con la empresa. Es el momento en el que empieza el enamoramiento, es decir, cuando esas personas maravillosas que hemos contratado comienzan su vínculo afectivo y racional con la organización, con las tareas que deben desarrollar y con quienes van a ser sus compañeros y clientes; teniendo claridad meridiana sobre la empresa y lo que deben hacer en el ejercicio de sus funciones. Conociendo su cliente interno, para así tener claro con quien pueden contar. Un proceso de inducción no se puede limitar a entregar al nuevo colaborador unos extensos e insoportables manuales para leer, hacerle un rápido “paseo” por la empresa para que conozca y lo conozcan, y entregarle unas mínimas instrucciones de carácter operativo que lo deje “listo” para empezar su labor. Por nada del mundo podemos caer en este patético error que la casi totalidad de organizaciones cometen. Una de las grandes responsabilidades de los líderes está en el acompañamiento, en el seguimiento que se le deba hacer a este inicio de actividades. Esta responsabilidad es indelegable, solo lo hace bien quien tiene clara la estrategia y de verdad lo está sintiendo.
En segundo lugar tenemos la capacitación, que debe estar focalizada en dos sentidos; uno, dirigida básicamente a cubrir las brechas que de acuerdo con nuestras necesidades y con la evolución de nuestro negocio tengan los colaboradores. Así logramos que la gente de alta competencia que hemos venido reclutando obtengan a través de la capacitación las herramientas que les hagan falta para destacarse en la ejecución de sus tareas, contribuyendo de una muy buena forma en la consecución de excelentes resultados para la organización. Y dos, a brindarles oportunidades que les garanticen estar actualizados permanentemente, a través de cursos, talleres, diplomados, posgrados, etc., de tal manera que se logre tener permanentemente un equipo que no esté de espaldas a las últimas tecnologías y realidades del mercado.
Y por último “garantizar”, no procurar, unas condiciones laborales y personales que marquen la diferencia. Instalaciones lo suficientemente cómodas, salario emocional, teletrabajo, tiempo de calidad para su familia, herramientas básicas, vacaciones diferenciadas y todo lo que garantice un perfecto equilibrio entre la parte laboral y la parte personal, logrando que la felicidad sea el factor común en los miembros de nuestros equipos de trabajo.
Finalmente, es importantísimo tener claro que todo lo anterior debe estar acompañado de un gran liderazgo que motive, encamine y coordine esta sumatoria de talentos para que exista un verdadero trabajo en equipo, enmarcado en el compromiso de todos y cada uno de los colaboradores. Un liderazgo que inspire y logre que su equipo obtenga resultados que marquen la diferencia haciendo esfuerzos excepcionales, pero ante todo que lo hagan con gusto, con un alto compromiso con la organización y unas ganas enormes de dar kilómetros extras que permitan diferenciarse en un mundo donde cada día es más claro que hay un mayor número de personas con acceso a las mismas oportunidades. No debemos olvidar que lo realmente exigible debe ser el esfuerzo, no los resultados, puesto que en estos últimos la influencia de factores externos que no están en nuestras manos, se puede presentar con facilidad.